Viernes Santo 2025

18 de abril de 2025

Liturgia

Fue un día de silencio, ayuno y reflexión profunda. Revivimos la Pasión del Señor, adoramos la cruz y meditamos el misterio de su muerte y la promesa de su resurrección. Por la mañana, vivimos con fe el Viacrucis por las calles y, en la capilla, un Viacrucis íntimo y contemplativo. Al atardecer, acompañamos a María en su dolor con el Rosario del Pésame, compartiendo su esperanza y fortaleza como Madre Dolorosa.

Desde temprano, el ambiente ya se sentía distinto: más recogido, más solemne. Mientras caminábamos por las calles con la cruz a cuestas, unidos como comunidad, recordábamos cada paso que dio Jesús hacia el Calvario. En cada estación, no solo meditábamos su sufrimiento, sino que también descubríamos cómo su entrega se hace presente hoy, en los dolores del mundo y en nuestras propias luchas. Fue impresionante ver cómo incluso en medio del silencio, Jesús nos hablaba.

Ya en la capilla, el Viacrucis se volvió más íntimo. El eco de las oraciones nos envolvieron en un clima de profunda contemplación. Cada estación fue como un susurro divino, invitándonos a confiar incluso en la oscuridad. ¡Cuánto consuelo se encuentra en mirar a Jesús Crucificado y saber que no sufrimos solos!

Por la tarde se celebró la Pasión del Señor y la adoración de la cruz que fue uno de los momentos más intensos. No adoramos un objeto, sino al Amor entregado hasta el extremo. Al besar la cruz, muchos no pudieron evitar que las lágrimas rodaran; fue un acto de entrega, de gratitud, de redención. Allí, frente a ese madero bendito, experimentamos el silencio de Dios no como ausencia, sino como una presencia que abraza y transforma.

Más tarde, el Rosario del Pésame fue un gesto de ternura y fe. Rezarlo juntos, con el corazón unido al de María, nos permitió acompañarla en su dolor, pero también dejarnos acompañar por ella.

Este Viernes Santo, más que una tradición, fue una vivencia que marcó nuestros corazones. Nos recordó que el sufrimiento no tiene la última palabra, que el amor verdadero se demuestra en la entrega, y que, aunque el sepulcro parezca el final, la resurrección está en camino.