La Semana Santa en nuestra Parroquia fue una experiencia profundamente espiritual y comunitaria, en la que cada uno de los días Santos nos invitó a entrar con el corazón abierto en el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Pero esta vivencia no comenzó el Domingo de Ramos. Desde varias semanas antes, fuimos preparando el camino como comunidad.

El equipo de servidores litúrgicos también vivió un proceso intenso de formación. Tomamos un curso espiritual y práctico impartido por las Hermanas Clarisas, quienes nos enseñaron a vivir el servicio al altar como un verdadero acto de amor. No se trató solo de aprender “qué hacer”, sino de descubrir el “por qué” y el “para quién”. Esta preparación nos permitió entrar en la Semana Santa con un corazón dispuesto, y con una reverencia renovada por cada signo, gesto y oración.

Todo esto nos ayudó a ir afinando el corazón, quitando lo que estorbaba, y dejando que Dios nos moldee desde dentro.

Fue especialmente conmovedor ver la participación entusiasta de los jóvenes y la integración de los diferentes grupos pastorales y feligreses, quienes con generosidad y alegría animaron cada momento, fortaleciendo el sentido de comunidad y el testimonio vivo de nuestra fe.

Damos gracias a Dios por estos días santos y a todos los que, con su presencia y entrega, hicieron posible una Semana Santa llena de luz, unidad y renovación espiritual.