El Pésame a la Virgen es una expresión viva del amor y la fe del pueblo de Dios, y este año no fue la excepción. La capilla, sencilla pero cargada de un ambiente sagrado, se convirtió en el lugar perfecto para este encuentro de corazones con María.

Durante el Rosario, cada misterio nos fue llevando más cerca del Corazón Doloroso de la Madre. El canto del coro del grupo Los Kemp, lleno de ternura y entrega, ayudó a muchos a orar desde el alma, poniendo sus penas, alegrías y esperanzas en las manos de la Virgen. Fue hermoso ver cómo adultos, jóvenes, niños y familias completas se unieron en esta oración común, sintiéndose parte de un mismo Cuerpo en Cristo.

Uno de los momentos más significativos fue la oportunidad de confesarse. El P. Miguel Castellanos, CMF, disponible durante toda la noche, se convirtió en instrumento de la misericordia de Dios. Ver a tantos acercarse al sacramento de la reconciliación fue un signo claro de que María, como buena Madre, nos conduce siempre hacia su Hijo, y nos invita a renovar nuestro corazón.

El cierre con el “Diario de María” fue profundamente conmovedor. Escuchar esa música, que narra con tanta sensibilidad los sentimientos de la Virgen durante la Pasión, nos permitió unirnos más íntimamente a su sufrimiento. Fue un momento en el que cada uno pudo hablarle al corazón de María, pedirle fuerzas, agradecerle su amor y ponerle nuestras intenciones más profundas.

Sin duda, este Pésame a la Virgen no fue solo una tradición más: fue una experiencia de fe viva, un encuentro real con el misterio del amor de Dios, que pasa por la cruz, pero que siempre abre la puerta a la esperanza.

¡Que esta noche bendita nos siga animando a caminar con María, firmes en la fe y ardientes en el amor a Cristo!