Vivimos con gran fervor el Miércoles de Ceniza, dando inicio al camino cuaresmal. Se impuso la ceniza por parte de laicos, ministros y las Hermanas Clarisas, además se ofreció el Sacramento de la Reconciliación. Este signo nos recordó el llamado a la conversión: “Conviértanse y crean en el Evangelio”.

Fue impresionante ver cómo, desde temprano, las personas se acercaban con humildad y esperanza a recibir la ceniza. Jóvenes, adultos, familias enteras, todos con el corazón dispuesto a comenzar este tiempo especial de la Iglesia. La ceniza sobre nuestra frente no es solo un símbolo, sino una declaración: reconocemos que necesitamos de Dios, que estamos dispuestos a caminar con Él, a renovarnos por dentro.

Lo más hermoso fue la disposición que se vivió para acercarse al Sacramento de la Reconciliación. Cada corazón tocado por su amor salía renovado, con una sonrisa distinta, con una paz que sólo Él puede dar. ¡Qué regalo más grande poder comenzar la Cuaresma limpios, reconciliados, y con un propósito claro de conversión!

En los videos que se proyectaron, el mensaje fue claro y directo: esta Cuaresma no es una rutina más. Es una nueva oportunidad para mirar hacia dentro, para volver al Señor con sinceridad. Se nos invitó a vivir estos 40 días con propósito, con decisión, alejándonos de lo que nos aparta de Dios y abrazando la oración, el ayuno y la caridad con alegría.

Pedimos al Espíritu Santo que nos acompañara en este camino cuaresmal, que nos diera fuerza para perseverar y un corazón humilde para dejarnos moldear. ¡Llegamos a la Pascua transformados, renovados y más enamorados de Cristo!

Sigamos caminando juntos, como comunidad viva, llevando esperanza y siendo luz en medio del mundo.