Jueves Santo 2025
17 de abril de 2025
Liturgia
Este día marcó el inicio del Triduo Pascual, el corazón del año litúrgico. Es un día lleno de significado, donde el amor de Cristo se manifiesta de manera tangible. En la Última Cena, Jesús no solo compartió una comida con sus discípulos, sino que les dejó el regalo más precioso: su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía. ¡Qué misterio tan profundo y hermoso! Ese momento cambió la historia para siempre, y sigue siendo el centro de nuestra fe. Cada vez que participamos en la Misa, revivimos ese encuentro íntimo con Él.
Además, en este día también se recuerda el lavatorio de los pies, un gesto sorprendente de humildad. Jesús, el Maestro, se arrodilló ante sus discípulos para lavarles los pies, enseñándonos que el verdadero liderazgo se vive sirviendo. Este acto nos invita a salir de nosotros mismos, a amar con gestos concretos y a no tener miedo de ensuciarnos las manos por los demás. Ser cristiano es ponerse al servicio de los hermanos, especialmente de los que más sufren o están solos.
Después de la celebración de la Cena del Señor, la Iglesia entra en una atmósfera de recogimiento y silencio. Se apagan los ornamentos y se retira el Santísimo del altar principal, llevándolo al "monumento", donde permanece expuesto para la adoración. Este momento es una invitación profunda a velar con Jesús, como lo pidió a sus discípulos en Getsemaní. ¡Qué oportunidad tan especial de estar con Él, simplemente amándolo en el silencio!
Durante la adoración al Santísimo, es hermoso ver a jóvenes, adultos, familias enteras, reunidos en comunidad, de rodillas, contemplando ese misterio de amor. Porque Jesús está ahí, vivo, presente, esperando nuestros corazones dispuestos. ¡No hay adoración pequeña cuando se hace con amor!
El Jueves Santo también nos pone frente al ejemplo de entrega total. Jesús sabía lo que venía: la traición, la cruz, el dolor y aun así decidió amar hasta el extremo. Esa noche, en la Eucaristía, nos entregó un amor que no tiene medida ni condiciones. En medio del dolor, su respuesta fue el pan partido y el vino derramado, signo de una alianza eterna. Nos enseñó que el amor verdadero se prueba en la entrega.
Así, el Jueves Santo no es solo una fecha más: es un llamado a vivir con intensidad el amor de Cristo, a dejarnos transformar por la Eucaristía y a acompañarlo con el corazón. Que cada uno de nosotros pueda decir como San Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Y que nuestras vidas sean una respuesta viva a ese amor que se nos da sin reservas en cada Misa. ¡Jesús nos espera y nos ama hasta el final!