Los días 10 y 11 de diciembre integrantes de diferentes grupos parroquiales se dieron cita para colocar los nacimientos en la casa parroquial y en la Capilla.

El nacimiento no es solo una decoración más, es un signo de esperanza, de amor y de la promesa de Dios hecha realidad. Cada figura nos cuenta una parte de la historia más hermosa: Dios se hace pequeño, frágil, y viene a habitar entre nosotros como un bebé en un humilde pesebre.

Cuando ponemos el nacimiento, no solo adornamos nuestras casas, sino que también adornamos nuestros corazones. Es un momento para detenernos y reflexionar sobre el gran regalo que recibimos en Navidad: Jesús, el Salvador del mundo. Además, montar el nacimiento es una actividad que podemos compartir en familia, una oportunidad para unirnos y recordar juntos el verdadero motivo de la celebración.

Poner el pesebre también nos invita a imitar la sencillez y la humildad de los personajes que encontramos ahí.

Por ejemplo:

• Los pastores nos recuerdan que Dios llama a los más pequeños y humildes a encontrarse con Él.
• Los Reyes Magos nos enseñan a buscar a Jesús con valentía y a ofrecerle lo mejor que tenemos.
• María y José nos hablan de confianza en Dios, incluso en los momentos más difíciles.

¡Y no nos olvidemos del Niño Jesús! Al colocar su figura en el centro del nacimiento, proclamamos que Él es el centro de nuestra vida y nuestra fe.