3o Domingo de Pascua

26 de abril de 2020

Parroquia del Purísimo Corazón de María

         Nuevamente nos ponemos en la presencia del Señor. Agradecemos las cosas buenas que suceden y pedimos a Dios, sabiduría para digerir aquellas que no nos parecen tan buenas. En la Comunidad Claretiana, hemos recordado al Padre José Rodolfo García Mireles, que falleció hace un año y nos hemos alegrado con los Padres Marcos Garnica y Martín Montoya que cumplieron años recientemente.

 

         Hace poco, un teólogo reconocido escribió un articulado titulado: "Es la hora de ayunar del pan y aprender a comulgar con la Palabra" y el mismo título lo dice todo. Es nuestro deseo que la liturgia de la palabra de este día nos haga "arder" el corazón como a los discípulos de Emaús.

 

Del libro de los Hechos de los Apóstoles 2,14.22-33

 

         Pedro se puso de pie con los Once y levantando la voz les dirigió la palabra: Judíos y todos los que habitan en Jerusalén, sépanlo bien y presten atención a lo que voy a decir. 22Israelitas, escuchen mis palabras: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien saben. 23A éste hombre, entregado conforme a los planes y propósitos que Dios tenía hechos de antemano, ustedes lo crucificaron y le dieron muerte por medio de gente sin ley. 24Pero Dios, liberándolo de los rigores de la muerte, lo resucitó, porque la muerte no podía retenerlo. 25David dice refiriéndose a él: Pongo siempre delante al Señor: con él a la derecha no vacilaré. 26Por eso se me alegra el corazón, mi lengua canta llena de gozo y mi carne descansa esperanzada: 27porque no me dejarás en la muerte ni permitirás que tu devoto conozca la corrupción. 28Me enseñaste el camino de la vida, me llenarás de gozo en tu presencia. 29Hermanos, permítanme que les diga con toda franqueza: el patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro se conserva hasta hoy entre nosotros. 30Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente carnal suyo se sentaría en su trono, 31previó y predijo la resurrección del Mesías, diciendo que no quedaría abandonado en la muerte ni su carne experimentaría la corrupción. 32A este Jesús lo resucitó Dios y todos nosotros somos testigos de ello. 33Exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha comunicado como ustedes están viendo y oyendo.

 

Salmo Responsorial (15)

 

         Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya

 

         Prótegeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. R

         Bendeciré, al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré. R

         Por eso se me alegran el corazón y el alma, y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción. R

         Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a tí. R

 

De la Primera Carta de San Pedro 1,17-21

 

         Si llaman Padre al que no hace diferencia entre las personas y juzga cada uno según sus obras, vivan con respeto durante su permanencia en la tierra. 18No olviden que han sido liberados de la vida inútil que llevaban antes, imitando a sus padres, no con algún rescate material de oro y plata 19sino con la preciosa sangre de Cristo, cordero sin mancha ni defecto, 20predestinado antes de la creación del mundo y revelado al final de los tiempos, en favor de ustedes. 21Por medio de él creen en Dios, que lo resucitó de la muerte y lo glorificó; de ese modo la fe y la esperanza de ustedes se dirigen a Dios.

 

Del Evangelio de San Lucas 24,13-35

 

         Aquel mismo día, dos discípulos de Jesús iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, que está a unos diez kilómetros de Jerusalén. 14En el camino conversaban sobre todo lo sucedido. 15Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. 16Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. 17Él les preguntó: ¿De qué van conversando por el camino? Ellos se detuvieron con rostro afligido, 18y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días? 19Jesús preguntó: ¿Qué cosa? Le contestaron: Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. 20Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. 21¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió todo esto. 22Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado; ellas fueron de madrugada al sepulcro, 23y al no encontrar el cadáver, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles asegurándoles que él está vivo. 24También algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como habían contado las mujeres; pero a él no lo vieron. 25Jesús les dijo: ¡Qué duros de entendimiento!, ¡cómo les cuesta creer lo que dijeron los profetas! 26¿No tenía que padecer eso el Mesías para entrar en su gloria? 27Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él. 28Se acercaban al pueblo adonde se dirigían, y él hizo ademán de seguir adelante. 29Pero ellos le insistieron: Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día se acaba. Entró para quedarse con ellos; 30y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. 32Se dijeron uno al otro: ¿No sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura? 33Se levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y encontraron a los Once con los demás compañeros, 34que afirmaban: Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. 35Ellos por su parte contaron lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

 

Puntos de reflexión

 

         Al pasar los años, en las comunidades cristianas se fue planteando espontáneamente un problema muy real. Pedro, María Magdalena y los demás discípulos habían vivido experiencias muy «especiales» de encuentro con Jesús vivo después de su muerte. Experiencias que a ellos los llevaron a «creer» en Jesús resucitado. Pero los que se acercaron más tarde al grupo de seguidores, ¿cómo podían despertar y alimentar esa misma fe?.

 

         Este es también hoy nuestro problema. Nosotros no hemos vivido el encuentro con el Resucitado que vivieron los primeros discípulos. ¿Con qué experiencias podemos contar nosotros? Esto es lo que plantea el relato de los discípulos de Emaús. Los dos caminan hacia sus casas, tristes y desolados. Su fe en Jesús se ha apagado. Ya no esperan nada de él. Todo ha sido una ilusión. Jesús, que los sigue sin hacerse notar, los alcanza y camina con ellos. Lucas expone así la situación: «Jesús se puso a caminar con ellos, pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo». ¿Qué pueden hacer para experimentar su presencia viva junto a ellos?

 

         Lo importante es que estos discípulos no olvidan a Jesús; «conversan y discuten» sobre él; recuerdan sus «palabras» y sus «hechos» de gran profeta; dejan que aquel desconocido les vaya explicando lo ocurrido. Sus ojos no se abren enseguida, pero «su corazón comienza a arder». Es lo primero que necesitamos en nuestras comunidades: recordar a Jesús, ahondar en su mensaje y en su actuación, meditar en su crucifixión… Si, en algún momento, Jesús nos conmueve, sus palabras nos llegan hasta dentro y nuestro corazón comienza a arder, es señal de que nuestra fe se está despertando. No basta. Según Lucas es necesaria la experiencia de la cena eucarística. Aunque todavía no saben quién es, los dos caminantes sienten necesidad de Jesús. Les hace bien su compañía. No quieren que los deje: «Quédate con nosotros». Lucas lo subraya con gozo: «Jesús entró para quedarse con ellos». En la cena se les abren los ojos.

 

         Estas son las dos experiencias clave: sentir que nuestro corazón arde al recordar su mensaje, su actuación y su vida entera; sentir que, al celebrar la eucaristía, su persona nos alimenta, nos fortalece y nos consuela. Así crece en la Iglesia la fe en el Resucitado.

 

         Presenta a Dios tus intenciones personales ... concluye con un Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre.... puedes hacer la Oración a la Virgen de Guadalupe para que cese la pandemia.

 

Oración de Consagración a la Virgen de Guadalupe