Nuestra casa

04 de mayo de 2020

P. Alejandro Quezada, cmf

         Una de las pocas veces en que los Evangelios presentan a un Jesús "molesto" o "enojado" es aquella en la que entró al Templo y vio cómo las personas se entretenían comprando, vendiendo y negociando. Algo sintió en su "interior" que inmediatamente hizo un "chicote" (decimos en México) y expulsó a todas las personas que andaban por ahí mientras exclamaba: "Mi casa será casa de oración pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones" (Mateo 21,12-16). El templo, no es un espacio de negocio económico sino un lugar de encuentro con Dios.

 

         Hace unos días, cuatro integrantes del CAFI (Consejo de Asuntos Financieros de la Parroquia) se dieron cita en la Cripta para trabajar un ratito y adecentar el espacio físico quitando el polvo, la tierra y "sanitizando" las bancas. Seguramente que ustedes se habrán dado cuenta de las lluvias recientes y de los fuertes vientos que han azotado el sur de la Ciudad ... pues éstos han dejado su rastro tanto en el templo como en la cripta. Y aquí entre nos, les comento que Blanca estaba sumamente sorprendida por la cantidad de "chicles" que estaban pegados en diferentes partes de las bancas. Quitó uno, dos, tres y al próximo mejor pidió una "espátula" para quitarlos con más facilidad. Yo, en mis adentros, pensé y eso que no ha visto ... ¡¡¡ las bancas del templo!!!

 

         Agradecemos al CAFI recordarnos con su trabajo y empeño que el templo no es solo una "construcción física" sino un espacio de oración y de encuentro con el Señor Resucitado. El templo es nuestra casa, el espacio en dónde oramos y cantamos; dónde acrecentamos el amor a Dios y al prójimo.