En el útero de la tierra

29 de octubre de 2020

Alejandro Quezada, cmf

    "Nuestra fraternidad se alimenta también con la oración común, principalmente litúrgica, se fomenta con un estilo de vida familiar en el que convivimos todos con un espíritu sincero y abierto" de esta manera reza parte del número 12 de las Constituciones recordándonos la importancia de la Vida Fraterna en la Congregación.

 

    Después de varios meses de estar confinados en la Casa, el pasado 26 de octubre, el "Espíritu Santo y Nosotros" decidimos tomar un descanso comunitario y nos enfilamos a Santa Lucía, en la Alcaldía de Xochimilco, dónde la Familia Kuttler Herrera preparaba un temazcal ardiente para compartirlo con nosotros. El Señor José nos había dicho que por lo caliente que estaba parecía la "puerta del infierno", o por lo menos, la "ventana al purgatorio".

 

    El temazcal (que traducido del náhuatl significa: "la casa en dónde se suda"), según nos platicaron, es un baño mexica ancestral-comunitario utilizado como medicina natural porque el cuerpo humano, sometido a altas temperaturas elimina toxinas, acelera la corriente sanguínea, purifica la piel, favorece la oxigenación y, según la persona que nos estaba guiando, es una "diálisis" natural, por la combinación de las temperaturas.

 

    Al elemento físico podríamos agregar dos detalles más: uno, el retorno a los orígenes, volver a la temperatura del útero materno y del útero de la tierra, a través de la cual se da un "renacimiento" y segundo, la capacidad de discernimiento. El temazcal está oscuro y ésta oscuridad favorece el silencio, el diálogo y la reflexión.

 

    No cabe duda de que "recuperar" la sabiduría ancestral de los Pueblos Originarios es una tarea pendiente para fortalecer la dimensión fraterna de nuestra misión.