4o Domingo de Pascua

03 de mayo de 2020

Parroquia del Purísimo Corazón de María, CDMX

         En este ambiente de cuidado y precaución por la pandemia, nos adentramos en el Mes de Mayo, con la bendición de Dios y con la presencia maternal de María Santísima. Este día, muchos países celebran la "Fiesta de la Santa Cruz", signo de salvación y de resurrección. El día de hoy, 4o. Domingo de Pascua, la Iglesia recuerda de manera muy especial a Jesús, el Buen Pastor, que amorosamente entrega la vida por sus ovejas.

 

Libro de los Hechos 2,14a.36-41

 

         Pedro se puso de pie con los Once y levantando la voz les dirigió la palabra: Judíos y todos los que habitan en Jerusalén, sépanlo bien y presten atención a lo que voy a decir. 36Por tanto, que todo el pueblo de Israel reconozca que a este Jesús crucificado por ustedes, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías. 37Lo que oyeron les llegó al corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: ¿Qué debemos hacer, hermanos? 38Pedro les contestó: Arrepiéntanse y háganse bautizar invocando el nombre de Jesucristo, para que se les perdonen los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo. 39Porque la promesa ha sido hecha para ustedes y para sus hijos y para todos aquellos que están lejos a quienes llamará el Señor nuestro Dios. 40Y con otras muchas razones les hablaba y los exhortaba diciendo: Pónganse a salvo, apártense de esta generación malvada. 41Los que aceptaron sus palabras se bautizaron y aquel día se incorporaron unas tres mil personas.

 

Palabra de Dios

(Te alabamos Señor)

 

Salmo Responsorial (22)

 

        R. El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya

         El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. R

         Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad. R

         Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. R

         Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida y viviré en la casa del Señor por años sin término. R

 

Primera Carta de Pedro 2,20b-25

 

         ¿Qué mérito tiene aguantar golpes cuando uno es culpable? Pero si, haciendo el bien, tienen que aguantar sufrimientos, eso es una gracia de Dios. 21Ésa es su vocación, porque también Cristo padeció por ustedes, dejándoles un ejemplo para que sigan sus huellas. 22No había pecado ni hubo engaño en su boca; 23cuando era insultado no respondía con insultos, padeciendo no amenazaba, más bien se encomendaba a Dios, el que juzga con justicia. 24El llevó sobre la cruz nuestros pecados cargándolos en su cuerpo, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus cicatrices nos sanaron. 25Antes andaban como ovejas extraviadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus almas.

 

Palabra de Dios

(Te alabamos Señor)

 

Evangelio de San Juan 10,1-10

 

         Les aseguro: el que no entra por la puerta al corral de las ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón y asaltante. 2El que entra por la puerta es el pastor del rebaño. 3El cuidador le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca. 4Cuando ha sacado a todas las suyas, camina delante de ellas y ellas le siguen; porque reconocen su voz. 5A un extraño no le siguen, sino que escapan de él, porque no reconocen la voz de los extraños. 6Ésta es la parábola que Jesús les propuso, pero ellos no entendieron a qué se refería. 7Entonces, les habló otra vez: Les aseguro que yo soy la puerta del rebaño. 8Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y asaltantes; pero las ovejas no los escucharon. 9Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará; podrá entrar y salir y encontrar pastos. 10El ladrón no viene más que a robar, matar y destrozar. Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia.

 

Palabra del Señor

(Gloria a tí, Señor Jesús)

 

Puntos para reflexionar:

 

         En el Domingo del "Buen Pastor" la Iglesia nos coloca frente a tres facetas del acontecimiento nuclear de la fe cristiana, la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. El pastor solo es tal con su rebaño; conforman una unidad de sentido relacional.

 

La primera visual nos llega de la pluma de Lucas quien coloca en labios del portavoz del grupo apostólico, un discurso que reseña los puntos sustanciales de la fe en Cristo. Pedro solicita el reconocimiento de que Dios instituyó “Señor y Mesías” al crucificado por los líderes judíos. Esto es totalmente inadmisible, pues un crucificado era un criminal bajo todos los aspectos legales, sociales y religiosos. Anunciar que Dios resucitó a un ajusticiado es invertir lo establecido. Más aún, Pedro pide reconocerlo entronizado, invocar su nombre y hacerse bautizar para beneficiarse de su señorío mesiánico: el perdón de los pecados. Dicho señorío no es vengativo ni justiciero, sino la oportunidad para acogerse a Dios mediante un gesto que muestre esa voluntad. Se trata de un baño sacramental que no tiene sentido sin el paso siguiente: conducirse con una ética escatológica, es decir, apartarse de la corrupción para incorporarse a la comunidad de personas perdonadas que viven conforme a lo profesado. Este apretado decurso para hacerse cristiano puntúa las implicaciones de creer en Jesús, y son las mismas ahora.

En la segunda faceta del misterio pascual, la lectura nos pone frente a la admonición que hace un pastor cristiano, el autor de la Primera Carta de Pedro, a los esclavos o domésticos cristianos respecto a los malos tratos que les inflige su amo. El pastor los exhorta a que soporten con paciencia, como Cristo hizo durante su pasión, pues gracias a sus dolores, los creyentes alcanzan la salud; salud que se tradujo en el paso de vivir extraviados a encontrarse en el redil cristiano. Con el correr de siglos de cristiandad, hemos ido entendiendo que el dolor tiene una dimensión redentora o santificadora cuando se padece en aras de la justicia. Con todo, la conciencia de la universal dignidad humana solicita hoy, también en el recinto eclesial, denunciar y reparar los abusos y la violencia en cualquiera de sus niveles, en aras de la justicia. La vocación cristiana no alienta un masoquismo enfermizo, sino una vitalidad saludable que procede de la justicia equitativa y perdurable.

 

La tercera vía nos la ofrece el evangelio de san Juan, con la figura del Buen Pastor con la que interpreta el misterio pascual de Cristo. Con ella, la comunidad de fieles se reconoce en relación vital con Jesús. ¿Cómo es la relación entre la comunidad de fe y su liderazgo? ¿Admitiríamos un liderazgo de un “disidente”?

 

Para orar:

 

         Con tus propias palabras, agradece a Dios sinceramente haber nacido, estar bautizado, haber hecho tu primera comunión y sentirte parte viva de la Comunidad Eclesial. Concluye con Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

 

Oración de Consagración a la Virgen de Guadalupe